Aquí vivió el Conde José Justo Gómez de la Cortina, mejor conocido como el Conde de la Cortina, quien fuera un hombre sobresaliente en el México del siglo XIX; hijo de Ana María Gómez de la Cortina, fue el último heredero de un título nobiliario nacido en 1783. En ese año el rey Carlos III concedió al abuelo de José Justo, de nombre de Servando, el condado de la Cortina; las armas asignadas por el monarca eran un escudo de armas partido y cortado en tres, formando ocho cuarteles.
Don Servando contrajo nupcias con doña Paz Gómez Rodríguez, quien era nieta del Conde de San Bartolomé de Xala (de quien hablaremos más en próximas entradas); de esta unión nació Ana María Gómez de la Cortina, que quedó huérfana de padre y madre y al heredar la enorme fortuna, junto con el título de condesa, mandó construir ésta casa.
El edificio cuenta con una gran fachada con puerta de balcón arriba, ventanas de cantera almohadillada y torreón en una de sus esquinas; se dice que fue modificada al abrirse la avenida 20 de noviembre. Las piezas de habitación y estudio estaban envigadas, la cocina enladrillada y con varios hornos para pan, tortillas y carnes. Actualmente alberga en su interior oficinas y locales comerciales.
En 1799 nació en esa casona José Gómez de la Cortina, que fuera nombrado gobernador de la cuidad de México por Antonio López de Santa Anna en 1834; también fue ministro de Hacienda entre 1838 y 1839, y aunque no parezca, sus actividades políticas pasaban a segundo plano ante su verdadera vocación: las artes y la ciencia.
Fue fundador y primer presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en 1833; en 1829 había sido nombrado miembro de la Real Academia de la Historia y estuvo en el servicio diplomático de España, donde estudió y vivió muchos años. Era un hombre muy culto, pero también escribió un diccionario de sinónimos, un manual de voces técnicas de bellas artes y el famoso relato de "La Calle de Don Juan Manuel".
Donde tal vez se manifestó su refinamiento al máximo, fue en el arreglo de la "Casa Colorada" del Parque Lira, que a lo largo de su vida adulta fue embelleciendo con terrazas, rampas, escalinatas, fuentes y glorietas. Desde allí editó tres revistas célebres: "El registro Trimestral", con artículos sobre educación, economía, arquitectura y matemáticas; "El semanario para las señoritas", destinado a la educación científica y moral de las mujeres; y "El mosaico mexicano", en el que colaboraron las mejores firmas de la época, como Manuel Payno, José Bernardo Couto y José Bustamante.
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