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jueves, 24 de mayo de 2012

Adulterío, amor y divorcio: los caminos del amor en la Nueva España


 

 
Durante el virreinato de la Nueva España el adulterio y el divorcio fueron un tema de controversia social.


La Iglesia Católica, eje y centro de la vida cotidiana de la sociedad novohispana consideraba el matrimonio como el único medio lícito para tener acceso carnal, siempre con el fin fundamental de la procreación.

En general, matrimonio y amor casi siempre iban por caminos opuestos. De tal manera que el amor surgirá fuera de él dentro del marco del adulterio. En general, los hombres casados cometían más adulterio que sus esposas, quienes soportaban estoicamente no solamente la incontinencia sexual extraconyugal y la negación del placer femenino sino también, como se decía en la época, los "malos tratamientos", los cuales terminaban en el peor de los escenarios con la muerte de la parte más débil y, en el mejor, con el divorcio.
Una de las mayores preocupaciones de las autoridades civiles y religiosa fue evitar los escándalos y reprimir "los pecados públicos". Lo sexual se situaba, casi por definición, en el ámbito de lo peligroso y marginal. La única actividad sexual permisible era la procreativa conyugal. Por lo tanto, todas las relaciones sexuales que no entraran dentro de esta tipificación eran pecaminosas y socialmente reprobables.

Bajo estos parámetros, la Iglesia novohispana se desenvolvió durante tres siglos. La Inquisición operó bajo dos principios: represión del delito (adulterio) y búsqueda de la reconciliación (evitar el divorcio).

En este sentido, con el apoyo de las autoridades civiles, la persecución de los adúlteros concluía generalmente con la reclusión de éstos y la prohibición de volverse a ver, llegando incluso al destierro de uno de los adúlteros para evitar la recaída en el adulterio. Lo peor de todo, desde el punto de vista social, es el escándalo que provocaban estas situaciones por el mal ejemplo que se daba al resto de la comunidad. Pero, en los casos estudiados, a pesar del celo de las autoridades por evitarlo y las medidas que se adoptaban para reprimirlo será muy común la reincidencia.

La documentación oficial del Santo Oficio, concentrada en el Archivo General de la Nación, evidencia numerosas acusaciones de hombres deshonrados por los comportamientos adúlteros de sus esposas.

Esto es comprensible si entendemos los papeles sociales de ambos y el diferente tratamiento que el discurso moral y legal, como hemos visto, daban a estas desviaciones. Es claro, pues, que si los matrimonios respondían más a intereses concretos que al amor, el resultado haya sido la búsqueda del amor fuera de la pareja formal y sagradamente constituida. Así, pues la imposición de la doctrina morales y la legislación a las querencias individuales no se va a expresar dentro del amor vinculado al matrimonio, porque se relacionaba la existencia de amor conyugal con la sumisión de la esposa al marido.

La consecuencia fue que la mayoría de los adúlteros denunciados son mujeres, una razón para explicar el mayor número de adúlteras denunciadas nos la ofrece la mentalidad de la época. Una mentalidad que era más permisible con las relaciones extramatrimoniales de los hombres que con el adulterio de las mujeres, el cual, en general, no fue tan "admitido" como el del hombre. Esta mentalidad hace que las esposas, en ocasiones, "disculpen" la actitud del marido, porque al fin y al cabo "está en la naturaleza del hombre", y descarguen toda su ira contra la amante del esposo. No es extraño que el adulterio terminara con el perdón débil y cristiano de la esposa al marido adúltero y que, en ocasiones, este perdón lo determinara la mala situación económica de la esposa, quien dependía del marido.

En otros casos, las mujeres se ven obligadas a mantener relaciones con otros hombres por no tener al esposo cerca que si hiciera cargo de ellas. Esta indefensión les hacía presa fácil de la libido de hombres necesitados de calor y amores en pecho ajeno.
Una característica muy habitual en los casos de adulterio es la acusación a los maridos de "malos tratamientos". La llamada violencia de género ha sido un mal histórico que llega hasta nuestros días, en la que la víctima casi siembre es la mujer.

En último extremo, el adulterio podía llevar al divorcio, divorcio entendido como separación de los cónyuges que no ruptura del matrimonio, ya que, como hemos señalado, era considerado como unión sagrada indisoluble.

El divorcio era definido por los tratadistas católicos como separación legítima de lecho y de habitación pero no de vínculo sagrado. El divorcio podía ser perpetuo o temporal. Se podía solicitar el divorcio perpetuo cuando había causa de adulterio de por medio o cuando el juez estimara necesario.

Con referencia al adulterio, se entendía que fuera causa necesaria de divorcio todas las especies de lujuria consumada, como la sodomía o el bestialismo, aunque no se entendía dentro de este grupo, por ejemplo, la polución, los tactos impúdicos o los besos. Sin embargo, el causante del divorcio puede pedir al consorte, aunque no obligar, porque perdió los derechos, a "pagar" el débito conyugal.



El divorcio temporal se originaba en el momento en que uno de los cónyuges era demasiado rígido o lujurioso y arrastraba al otro a caer en pecados graves. Cuando se daba esta variedad de divorcio, se impedía a la divorciada entrar en religión, porque solucionada la causa debía volver con el marido.

Si se daba el caso de que tanto el marido como la mujer incurrían en adulterio, la causa de separación quedaba anulada, ya que se entendía que una injuria se compensaba con la otra. El divorcio no podía darse por voluntad propia de uno de los esposos, sino por decisión de la Iglesia.


El divorcio, por tanto, implicaba el alejamiento de los esposos, aunque no podían volver a contraer nuevamente matrimonio. Dentro de la política de intento de reconciliación, se consideró frecuentemente la posibilidad de divorcio temporal.

Como se puede concluir, en una sociedad, como la novohispana, donde lo religioso, el ámbito social y la realidad personal entrecruzaban sus caminos habitualmente, las prácticas sexuales desviadas de la doctrina oficial de la Iglesia representaban a la vez un problema religioso, un problema colectivo y un problema del individuo. Religioso, porque era una ofensa contra Dios, por lo tanto, pecado; social, porque transgredía el buen orden de las costumbres; y, finalmente, individual porque afectaba a la propia conciencia.

Dentro de esta sociedad tan dirigida y controlada, el matrimonio, instituido sagradamente por la Iglesia, fue un vínculo demasiado frágil y representó un arma de doble filo: por un lado, porque era el único medio lícito de mantener relaciones sexuales entre los sexos y, por otro, porque al llevarse a cabo por otros intereses al margen del amor, empujaba a muchas personas a buscar el amor, la pasión y el placer fuera de él en relaciones consideradas ilícitas.

Si bien las autoridades civiles y eclesiásticas procuraron que, después de un adulterio, se recompusiera la unidad marital, muchas veces esto no fue posible y la última salida fue un divorcio temporal o, en la situación más radical, una separación definitiva. El divorcio, a pesar de que no rompía el vínculo sagrado del matrimonio e impedía otro posterior matrimonio, significó la liberación de muchas mujeres de relaciones viciadas originadas en arreglos matrimoniales que concluían habitualmente en adulterio y violencia física y verbal.




miércoles, 23 de mayo de 2012

CURIOSIDADES DEL TITANIC


 
 



Cien años después del hundimiento del Titanic siguen surgiendo mitos y leyendas acerca de la tragedia. Muchas de ellas sobre las 2.224 personas que iban a bordo aquella fatídica noche. Cada pasajero tiene su historia y todas tienen su interés. Unas aún se recuerdan, otras permanecen a 3.800 metros de profundidad. Y todas ya son Historia: Millvina Dean, la última superviviente del Titanic, murió en mayo de 2009, a los 97 años. Era un bebé de meses cuando embarcó con su hermana y sus padres en tercera clase, camino de una nueva vida en América que se truncó en alta mar (las tres mujeres subieron a un bote, pero el padre pereció y ellas regresaron a Reino Unido). 

La fatalidad del Titanic comienza con una novela, 'Futility' (Vanidad), escrita 14 años antes de que el enorme buque navegara hasta su final. Su autor, un oscuro escritor llamado Morgan Robertson, describía las peripecias deun barco llamado casualmente 'Titan', considerado insumergible. Si no es suficiente esta asombrosa coincidencia, el libro describe a sus ocupantes como gente rica, que disfruta de un feliz viaje a bordo, hasta que el trasatlántico choca una noche de abril con algo parecido a un iceberg muriendo ahogados sus tripulantes. Ni que decir tiene que tras el desastre, la obra de Robertson fue ampliamente difundida al ser considerada como una trágica profecía para aquel barco que osaría desafiar a los mares.

Lo que más impresionaba —y que todos recordamos por la película que dirigió James Cameron— es la enorme escalinata con su inmensa cúpula de cristal. Los pasajeros de primera clase podían elegir los estilos decorativos para sus camarotes y disfrutar durante la travesía de gimnasio y piscina. Casi todos los supervivientes destacarían tras su rescate el olor a recién pintado del barco. Para la enorme travesía se cargaron 34.000 kilos de carne fresca, 5.000 kilos de pescado y 3.200 de marisco. Además de sus más de 5.000 botellas de selecto champán

 Los de primera clase estaban separados de los de tercera por unas verjas metálicas que en la noche del naufragio aisló a los camarotes inferiores, convirtiendo esa zona en una enorme ratonera para los pasajeros más humildes. La legislación norteamericana había obligado al armador a instalar esas verjas para evitar la inmigración ilegal en el puerto de Nueva York.

Una de las mayores leyendas de la catástrofe del Titanic nos habla de su orquesta. Cuando el buque comenzaba a hundirse, los ocho miembros de la banda, dirigidos por Wallace Hartley, se situaron en el salón de primera clase en un intento de hacer que los pasajeros conservaran la calma. La banda no dejó de tocar y cuando el barco hacía aguas, los músicos se trasladaron a la cubierta, donde se procedía a embarcar a los pasajeros en los botes salvavidas. Ninguno de los miembros de la orquesta sobrevivió y aunque no hay certeza sobre la última melodía que tocaron, algunos testigos aseguraron que fue 'Nearer to Thee, my Lord' ('Más cerca de ti, Dios mío').

A bordo del Titanic se encontraban las grandes fortunas del momento. El multimillonario John Jacob Astor IV, que había embarcado con su esposa en el puerto de Cherburgo (Francia), ostentaba el honor de ser la persona más rica del gran transatlántico. Acompañaban al matrimonio un criado, la doncella y una enfermera particular. El rico constructor moriría y su esposa Madeleine sobrevivió al desastre. También embarco en Cherburgo Benjamin Guggenheim 'el rey del cobre', quinto hijo de Meyer Guggenheim, emigrante suizo que construyó su imperio gracias al negocio minero. Viajaba con su amante.Su mayordomo no permitió que se le despertara aquella noche fatídica. No sobrevivió. En Southampton embarcaron Isidor Strauss y su esposa, Ida, la segunda mayor fortuna a bordo. Él era el propietario de los almacenes Macy's. Murieron los dos. Aunque la evacuación del barco comenzó por mujeres y niños, Ida se bajó de un bote porque se negó a abandonar a su marido: «Hemos vivido muchos años juntos; a donde vayas, yo voy».

George Widener, primogénito del magnate de los tranvías de Filadelfia Peter Widener, viajaba con su esposa, Eleonor. El presidente de la White Star y armador del Titanic, Bruce Ismay, también se encontraba a bordo. En la lista de pasaje se encontraba Margaret Tobin, conocida posteriormente como Molly Brown. Su riqueza provenía de su esposo Jim Brown, quien descubrió oro en una mina, cambiando sus vidas por completo y pasando a codearse con la familia Astor. Molly Brown, que viajaba sin su marido, se salvó a bordo del bote número 6.
Los pasajeros de primera tuvieron el privilegio de conseguir plaza en los primeros botes. A la 01.00 horas, el bote número 3 partió con 40 personas. Diez minutos más tarde descendía otro con tan sólo 12 pasajeros frente a los 40 que se estimaba eran la capacidad de cada uno de los botes. La prensa lo bautizaría como «el bote de los millonarios». Los ocupantes de la embarcación eran Sir Cosmo Duff, su esposa, la doncella-secretaria de ésta, dos hombres de negocios y siete tripulantes, a quienes Sir Cosmo prometió retribuir espléndidamente una vez llegaran a Nueva York, tal y como se relata en el libro 'Pasajeros del Titanic. El último viaje de Ramón Artagaveytia', de Josu Hormaetxea. El buque no disponía de suficientes balsas salvavidas para evacuar a todos los pasajeros y la tripulación nunca había sido entrenada para enfrentarse a un previsible desastre. La helada temperatura del agua sólo permitiría sobrevivir un máximo de 15 minutos a aquellos que no hubieran conseguido plaza en un bote. La mayoría de los fallecidos pertenecían a la tercera clase.

Un kilo de 'toffes'

La búsqueda del pasajero que había comprado un kilo de 'toffes' en una conocida pastelería de la Gran Vía de Bilbao llevó a Josu Hormaetxea a investigar el naufragio del Titanic. Siendo aún un adolescente leyó en un periódico esta anécdota y se hizo con la lista de pasajeros para averiguar la identidad de la persona que había comprado esa caja de caramelos. Muchos años de investigación le han llevado a  publicar este libro que desgrana los orígenes y curiosidades del trasatlántico hasta su dramático final. Hormaetxea relata otras muchas curiosidades, como la historia de los hermanos Alfred, Bertram y Thomas Slade, bomberos que antes de embarcar estuvieron bebiendo pintas de cerveza en el pub 'The Grapes', en el puerto de Southampton. El oficial se negó a permitirles subir a bordo en su estado de embriaguez. El alcohol salvó sus vidas. 

El escritor destaca que el hundimiento aún atrae a la opinión pública, 100 años después, «porque el Titanic era todo un símbolo del fin de una época. Considerado insumergible, en su viaje inaugural se fue al fondo. Le tenemos tan presente que cuando se ha hundido recientemente el Costa Concordia, hemos buscado similitudes con aquella tragedia». Hormaetxea recuerda que aunque al Titanic le faltaban botes salvavidas, cumplía todas las normativas, «porque el criterio de la época no era considerar el número de pasajeros, sino la cantidad de toneladas que desplazaba».

Con 2.224 pasajeros a bordo, las historias de supervivencia son tan dispares como la que vivió el mexicano Manuel Urruchurtu a punto de descender al agua en el bote número 11. Una pasajera, Elizabeth Ramell, rogaba al oficial al mando que le permitiese subir, ya que su esposo y su hijo la esperaban en Nueva York. Urruchurtu cedió su sitio a la mujer a cambio de que cuando llegara a tierra visitara a su esposa en México. Años más tarde se comprobó que Ramell ni estaba casada ni tenía hijos. Lo que sí hizo en 1924 fue cumplir la promesa que le había hecho a su salvador.

Otro nombre para el recuerdo es el de Ramón Artagaveytia, que da título al libro de Hormaetxea, un ciudadano uruguayo con ascendentes vascos que viajaba en primera. Artagaveytia aguantó durante horas sobre una hamaca que hizo las funciones de balsa, como se demostraría más tarde al ser rescatado su cuerpo y comprobar que su reloj marcaba las 4.53 de aquel 15 de abril de 1912. La hora señalaba cuándo se detuvieron la maquinaria y su corazón, pues está demostrado que el Titanic se hundió a las 02.20 de la madrugada del 15 de abril.

Los españoles Víctor Peñasco y Castellana y María Josefa Pérez Soto viajaban, con su criada, en primera clase. Disfrutaban de su luna de miel, que duraba ya 17 meses cuando embarcaron en Cherburgo. Cuando Josefa, su marido y su criada se disponían a montar en el bote número 8, Víctor cedió su asiento a una mujer con un niño en brazos. Josefa no le volvería a ver. A Josefa no se le borró nunca la imagen de «aquel coloso iluminado que iba hundiéndose». Recordó años más tarde cómo desde su bote se oía aún a la orquesta tocar y vio saltar entre un inmenso griterío a las últimas personas que quedaban a bordo. Ella y su doncella fueron recogidas por el 'Carpathia'. El cadáver de Víctor nunca aparecería y, según las leyes de la época, no se podría declarar su muerte hasta 20 años después de su desaparición. La joven viuda de 23 años no podría heredar ni casarse hasta los 43. Se cuenta que varios parientes 'compraron' uno de los cadáveres que aparecerían meses después flotando en la zona de la tragedia y que fue 'reconocido' por la doncella. Josefa rehizo su vida: se casó en 1918 y falleció en 1972. Tenía 83 años.



LA MODA DEL TITANIC 1912


 
Cuando zarpó el Titanic nada menos que 2222 personas iban a bordo de aquel barco que el 15 de abril no vería la luz del día y que este año cumple un siglo desde que se hundió. Curiosas historias no solo de amor, de negocios o de barcos, sino también de moda. ¿Qué llevaban puesto y cuál era la moda? La película de Jamez Cameron es muy fiel y había mucho glamour entre la clase alta que alli se encontraba, que sin embargo a la hora de subir a los botes, todos eran iguales.



Una de las anecdotas más sonadas es la de la esposa del dueño de los almacenes Macy's de NY. No quiso abandonar a su marido y entregó a una de las mujeres del bote su abrigo de piel para que se abrigara. Los dos murieron. De los muchos actos que debían celebrarse en el Titanic, la cena era siempre el lugar donde mujeres y hombres lucían sus mejores galas. Para el hombre era relativamente fácil. la etiqueta marcaba el frac, con chaleco blanco y corbata de lazo.
En cambio las mujeres lo tenían mucho más complicado. La etiqueta para la ocasión era vestido largo, guantes largos blancos y zapatos de raso. En cuanto a accesorios, el bolso de opera y una estola para cubrir los cuellos junto a las joyas que no debían nunca faltar.



SUBASTAN MENU DE PRIMERA DEL TITANIC



 





Un menú de la última cena de los pasajeros de primera clase del paquebote "Titanic" fue rematado por la suma de 76.000 libras esterlinas (122.000 dólares) el sábado en la noche en Gran Bretaña, según la casa de subastas que organizaba la venta.

El menú, con fecha del 14 de abril de 1912, día en que el trasatlántico naufragó después de chocar contra un iceberg en el Atlántico Norte, formaba parte de varios cientos de objetos del navío que fueron subastados por la sociedadHenry Aldridge & Son en Devizes en el sur de Inglaterra, con motivo del centenario del naufragio.

Un coleccionista del Reino Unido compró el menú que Ruth Dodge, una pasajera que viajaba a Estados Unidos con su marido, un banquero de San Francisco (oeste de Estados Unidos), y su hijo, había guardado en su cartera.

Todos sobrevivieron al naufragio y el menú había permanecido hasta ahora en la familia.
El menú proponía huevos Argenteuil, un consomé campesino, una galantina de pollo o chuletas de cordero asadas.

"Da una imagen fascinante de la vida culinaria de los pasajeros privilegiados del Titanic", estimó el rematador Andrew Aldridge.

El Titanic naufragó frente a las costas de Terranova en su viaje inaugural entre Southampton (Gran Bretaña) y Nueva York, después de haber embestido un iceberg en la noche del 14 al 15 de abril de 1912.
El naufragio provocó más de 1.500 muertos entre los 2.200 pasajeros. 


jueves, 3 de mayo de 2012



PUEBLA: LA CIUDAD DE LOS ANGELES

 

 

Algunos de los personajes que participaron directamente en la fundación de esta ciudad fueron el presidente de la Real Audiencia de la Nueva España, don Juan de Salmerón, que reconocía la conveniencia de establecer a la nueva población e impulsó notablemente su desarrollo durante su primer mes de  existencia; el obispo de Tlaxcala fray Julián Garcés, quien tuvo una "revelación" mediante un sueño en el que se le aparecieron unos ángeles indicándole el sitio para la fundación; y el primer corregidor, don Hernando de Saavedra, quien trazó el lugar preciso del asentamiento.
En lo que respecta a monumentos religiosos, la bella Puebla de los Ángeles cuenta con un gran número de capillas e iglesias, como la Catedral, que posee las torres más altas del país, y cuya construcción fue iniciada en 1575, para concluirse a mediados del siglo XVII. Otras edificaciones, como templos y colegios, recorren diversos estilos arquitectónicos, pasando por el barroco y el churrigueresco, muchos con sus decoraciones de loza y azulejo.
ATRACTIVOS

Centro Histórico

Vale la pena tomarse un tiempo para recorrer este espacio reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Desde su esquina noroeste se inicia la numeración de las calles de la ciudad y hermosas esculturas decoran esta plaza, aunque la más famosa y bella es la del arcángel San Miguel en la fuente localizada en su centro desde 1777.


Biblioteca Palafoxiana

Se encuentra en la planta superior de la Casa de la Cultura. Se trata tal vez de la biblioteca más antigua de México. Nació en 1646 con la donación inicial del obispo Juan de Palafox y Mendoza de los cinco mil libros de su colección personal. Actualmente su acervo rebasa los 42,500 volúmenes que en su mayoría son anteriores a la Independencia.


Catedral de Puebla

Calificada por muchos críticos de arte como una de las más hermosas del continente, casi todos los estilos artísticos virreinales están presentes en la Catedral de Puebla, desde el renacentista hasta el ciprés neoclásico. El coro, dotado de una magnífica sillería, la cúpula con la pintura de Cristóbal de Villalpando dedicada a la Eucaristía y el altar de los Reyes son algunas de sus partes más afamadas.


Cholula

Significa "lugar de los que huyen" en la lengua nahuatl. Siempre ha estado habitada. Durante 25 siglos, desde la época prehispánica hasta nuestros días. La ciudad alberga 39 iglesias que fueron construidas sobre los antiguos templos indígenas llamados teocallis.
GASTRONOMÍA
Puebla es una mina de oro en cuanto a gastronomía se refiere, ya que cuenta con una gran variedad de platillos e ingredientes entre los que destacan el mole poblano y los chiles en nogada.
Mole: es uno de los más importantes platillos del estado y ha alcanzado fama internacional. No hay que olvidar sus variantes, como el pipián, el mole negro y el verde.

Chiles en nogada:
sólo disponibles durante los meses de agosto y septiembre. Los ingredientes de este platillo se componen de chile poblano relleno de picadillo de carne de cerdo, jitomate, cebolla, ajo, frutas de la estación, nueces, almendras, piñones y diversas especias. Se acompaña de salsa hecha a base de nuez de Castilla frescas, y para adornar, se le agregan granos de granada y perejil logrando los colores de la bandera.
FIESTAS Y EVENTOS

Festival Internacional de Puebla

Se trata de una serie de exposiciones, muestras de cine, presentaciones de libros y conferencias con autores, obras de teatro, espectáculos de danza y pantomima, y conciertos de reconocidos artistas nacionales internacionales para vivir las primeras semanas de noviembre.


Día de Muertos en Huaquechula

El uno y dos de noviembre puedes admirar sus ofrendas que poseen una particularidad distintiva de Huaquechula. Además de las ofrendas tradicionales,  también hay otras muy diferentes construidas como estructuras piramidales de tres a cuatro niveles (semejantes a un pastel de bodas) erigidas en el recibidor de las casas, a donde han de llegar las ánimas.


Feria del Huipil

Se celebra el cuatro de octubre a San Francisco de Asís y se presenta la Feria del Huipil, con música tradicional y danzas autóctonas como la de los Voladores, la de los Quetzales, la de los Santiagos y los Toreadores. Todas relacionadas con la cosmología indígena.




miércoles, 2 de mayo de 2012

Rv: Poema La Elección ....Publicado en 1926





Ave César, los que van a morir te saludan….Y VOTAN POR TI….!!!!!
Asunto: La Elección ....
Compartan el siguiente poema titulado La elección. ¡Una joya! Poema anónimo publicado en El cronista del Valle, de Bronsville, Texas, el 26 de Mayo de 1926. 
Totalmente disfrutable.
  Saludos  
 
El león falleció ¡triste desgracia!
Y van, con la más pura democracia,
A nombrar nuevo rey los animales.
Las propagandas hubo electorales,
Prometieron la mar los oradores,
y… aquí tenéis algunos electores:
Aunque parézcales a Ustedes bobo
Las ovejas votaron por el lobo;
Como son unos Buenos corazones
Por el gato votaron los ratones;
A pesar de su fama de ladinas
Por la zorra votaron las gallinas;
La paloma inocente,
Inocente votó por la serpiente;
Las moscas, nada hurañas,
querían que reinaran las arañas;
El sapo ansía, y la rana sueña
Con el feliz reinar de la cigüeña;
Con un gusano topo
Que a votar se encamina por el topo;
El topo no se queja,
más da su voto por la comadreja;
Los peces, que sucumben por su boca,
Eligieron gustosos a la foca;
El caballo y el perro, no os asombre,
Votaron por el hombre,
Y con dolor profundo
Por no poder encaminarse al trote,
Arrastrábase un asno moribundo
A dar su voto por el zopilote.
Caro lector que inconsecuencias notas,
Dime: ¿no haces lo mismo cuando votas?
"Lo que nos pase nos lo mereceremos por no tener memoria histórica o por vender nuestra dignidad"
 
 

Monjas Coronadas: una muestra de la pintura novohispana


Pocos misterios del universo católico son tan perturbadores como las imágenes novohispanas de monjas coronadas, novicias tristes, perplejas, vestidas amorosamente para su boda indisoluble con Dios
Desde el XVII, en los conventos de Nueva España, la novicia que jura sus votos perpetuos en la ceremonia de profesión es retratada con adornos y joyas, como la reina de un carnaval místico, dentro del género pictórico americano que se llamó de "monjas coronadas".
     La visión paulatina —en la muestra que exhibe la Academia de San Fernando de Madrid— de estas muchachas jóvenes y aderezadas, vestidas profusamente, como novias pimpantes y bizantinas para los esponsales con su más extrema soledad, deja una sensación agridulce.
     Apenas sabemos nada de ellas. Las suyas fueron vidas sin más pasión que su vocación oscura ni más fulgor que el de esta fiesta de consagración. Seguirían sin nombre, si no se hubieran tropezado con el poder que las ensalza en propaganda y las subraya en la medida en que han de ser esa niebla de la que por un instante destacan, un pequeño elemento —una escasa estrategia— dentro de un largo sistema de dominio en el que su sacrificio encaja con toda su complejidad simbólica. Esposas sin marido visible, dibujadas con la palma de su virginidad, estas monjas casi adolescentes ven sustituida su biografía por simbología, dentro del régimen alegórico en el que ingresan, al ser retratadas por el pintor una sola vez, como una pieza más interpretable.
     Y sin embargo, el poder que las utiliza las dota de sentido, las integra en un vasto proceso de referencialidades.
Hace de ellas imágenes directamente exteriores y transcendentes y no sólo porque apelan a un camino "teo" y "teleológico", sino porque la historia que ofrecen desarrolla la mayor parte de su argumento "fuera del cuadro". De hecho, éste sorprende y enamora por sus potencialidades. Lo importante de su protagonista desconocida es que abre espacio a una fabulación receptora. Y la torpeza de esa figuración frontal, sin profundidad, se alivia con el relato que estimula, con la otra perspectiva argumental que desenvuelve. Cada monja aparece como el botón de un enunciado. Desde su anonimato facilita un terreno especulativo. Basta percibir algunos detalles para hilvanar un cuento que será su legítimo comentario:

*
     Sor María Antonia de la Purísima Concepción: Aunque eran criollas las que ingresaban en clausura, nadie puede negar las finas gotas de sangre india que a Sor María le negrean los ojos y se los humedecen.
Tiene dieciocho años pero parece más niña, al observarnos con temblor desde un gesto que la colocará lejos fe cualquier mirada. En sus manos la vela podría ser aquella lámpara humeante que despertara al Amor cuando Psique, que lo tenía prohibido, espiara a hurtadillas un rostro entonces inolvidable. ¿Es éste de nuevo aquel mismo mito, el del Alma enamorada de Eros? Su esposo, en cualquier caso, se esconde igual de ella.

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     Sor María Engracia Josefa del Santísimo Rosario: Cada corona opera como herbario jugoso de la flora de México. Fastuosa y tímida, María Engracia ha elegido clavellinas, jazmines, pensamientos, colgantes de la virgen y unos pétalos extraños que podrían ser adormideras. En el centro de la corona ha colocado una muñequita de cera que la simula, que representa a la propia monja, como si ella profesara dos veces. En la carne mortal y en la figurada, en cuerpo y en efigie, la monja dice dos veces sí a su enclaustrado letargo.


     *
     Sor María Juana del Señor San Rafael: Rígida, paralizada por todo el metal que lleva encima, crucificada de lujo metafísico, clavada en su armazón de emblemas, ella es una maquinaria de ornamentos, una mecánica churriguera y agobiada de referencias —hasta la ropa pintada con vidas de santos remite a historias dentro de la historia—.
Como una madeja, cada elemento reenvía a otro en una hermenéutica de la minucia aislada y de la totalidad imposible. No hay en este cuadro ninguna visión de conjunto, no se favorece tampoco una panorámica. El género se concentra en la precisión solitaria de la anécdota, extraña manera de representación que no permite globalizaciones. El espectador obligatoriamente se pierde en el detalle. Tampoco la bondad se da en bloque, siendo como es labor de datos paulatinos.


     *
     Sor María Ignacia Candelaria: También esta mujer ha sobrecargado las formas. El cuerpo que presta a la escena sólo es soporte para un despliegue de plisados, de capas, bordados, escapularios, botones, lazos, perifollos. El velo negro apenas puede sombrear las perlas que se le cosen y menos disimular la coquetería de esa cintura marcada con un rosario: es cintura sí y apretada, pero es rosario lo que la ciñe y la rodea, para caer luego en un vuelo ondulante.
Ni Roland Barthes habría podido imaginar esta doble semiosis, esta sensualidad propuesta y sublimada de la carne recia y bendita por aquello que la marca, la ajusta, la circunda, como si el erotismo de la gracia se permitiera acaso por un día.


     *
     Sor Ana Teresa de la Asunción: Con su velón y su escudo, Sor Ana porta una talla en madera del niño Jesús, según es preceptivo. Lo que se aprecia es que, misteriosamente, el niño se le parece, como el hijo que no tendrá de un marido que ahora ella acuna en su vertiente infantil y portátil. Sor Juana Inés de la Cruz gustaba de este tipo de desmanes culteranos: la monja como madre de un esposo que funge además de padre suyo, celestial y oculto. Para complicar las posibilidades, la talla que sor Ana transporta en calidad de estandarte organiza sus propios emblemas. Y el niño salvador enseña la cruz, la flor de la pasión con sus clavos vegetales y la corona de tres puntas en recuerdo de su naturaleza trinitaria. La tarea referencial no descansa un segundo y la monja consagrada sonríe en medio de una alegoría laberíntica de la que ella conoce las claves y en la que se protege, porque el proceso de la significación trabaja como selva disuasoria para los no iniciados.

*
     Sor María Bárbara del Señor San José: Curiosa esta carmelita que lleva la mejor corona, la más bella y elegante, con sus cinco filas de apretadas rosas reventonas, mientras avanza en guaraches —las sandalias indígenas—, calzadas sobre unas medias blancas.


     *
     Sor María Gertrudis del Niño Jesús: Para su retrato, la monja ha preferido depositar la escultura de Cristo sobre una mesa que sostiene además el libro con las reglas de la orden y un reloj de arena para recordar la celeridad del tiempo.
Por primera vez un mobiliario mínimo ayuda a soportar el peso de toda esa parafernalia. En las demás ocasiones las novicias la acarrean entera sobre sí, como árbol de Navidad o faraón recién investido, enhiesto mástil viviente de símbolos adjuntos.

Dentro de las exuberantes fiestas barrocas, ninguna tan contradictoria y tenebrista como la de estas pinturas en las que se boceta un rito del que forman parte y se recoge una ceremonia a la vez que se pone en práctica. La voz caeremonia en latín significaba el aparecerse del dios: voz que habla de una plenitud de lo sacro, de una operación en la que ésta se celebra, epifanía en que se conmemora una epifanía.
Sin embargo, ¿qué es lo que en estas consagraciones se aparece? ¿Qué es lo visible y ceremonial en estos retratos coronados sino la propia ausencia de la representada, su inmediato ausentarse? Cada monja surge brillante y reluciente —los signos heideggerianos del ser que se presenta— en la manifestación fenoménica de su voto de clausura. Está justo parairse y lo que se retrata aquí es esa falta de retrato subsecuente: una aparición articulada por y desde su desaparición, modelo pictórico de imagen desvanecida y especie de antimilagro. De ahí que incluso algunas coronadas se representen en su lecho de muerte y que todavía hoy se haga venir al fotógrafo para que fije los rasgos de la que se va, de la que es retratada porque está yéndose. Diosas de su silencio, entronizadas por su renuncia, estas monjas se coronan de ausencia y son reinas cuando profesan, sólo porque mañana serán sombras, en la duplicidad paradójica del claroscuro barroco. -
     
— Imágenes pertenecientes a la colección del Museo del Virreinato, Tepotzotlán, México. Se trata de óleos sobre lienzo anónimos, salvo el de Sor Ana Teresa de la Asunción, de Mariano Peña y Herrera