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miércoles, 4 de abril de 2012

LA VIDA DIARIA EN CUALQUIER CONVENTO NOVOHISPANO


 
La vida religiosa de un convento monjil comenzaba a las seis de la mañana en los Coros. En el alto comenzaba el Oficio Divino. A esa hora se rezaba la "prima", después seguí la misa conventual oída en el Coro Bajo, a la cual "ninguna monja, prelada ó súbdita, estando sana, puede faltar, y si un día quedara sin oír misa sin causa legítima, coma en el suelo pan y agua y diga su culpa en el refectorio", según dicta la Regal Jerónima. Después seguía el desayuno y a las nueve se regresaba al Coro para rezar la "tercia". Luego seguían las ocupaciones en la sala de labor, y a las doce volvían al Coro para entonar la "sexta". Luego llegaba la hora de la comida y después la siesta.
A las tres regresaba al Coro para la "novena"; a las siete, las "vísperas completas" y, después de la cena, los "matines y laudes", saliendo por fin del Coro, al toque de la campana gorda del claustro, a sus celdas correspondientes a dormir.
En cuanto a las Capuchinas y Carmelitas, variaban un poco su horario. A las cuatro de la mañana, al "son de las matracas", empezaban su día y "cada una quisiera ser la primera y que otra no le ganara la primicia en acudir al Coro", como decía fray Ignacio de la Peña, y recibida la bendición de la prelada, daban gracias. A las cuatro treinta decían entonaban la "prima" y la "tercia" con "devoto tono y solemne pausa", de lo cuál el poeta Juan Valle escribió:
"Vibra en el templo el órgano sonoro pero doliente, misterioso y lento, mientras las monjas en pausado acento, responden, cual un eco, desde el Coro".
Después se recitaba la letanía con preces y descendía al Coro Bajo a hacer meditación de un "punto" que era propuesto, el cuál era impreso en unas lindas cartelas. Ahí permanecían durante la misa y, acabando ésta, seguían con la "sexta" y la "nona" y después salían a tomar su colación y la sala de labor. La "vísperas" eran rezadas las dos, y las "completas" a las cinco, estando en oración hasta las seis. Regresaban a comer y luego volvían al Coro, hasta las ocho, en que se iban a dormir, para regresar a las once, también con matracas, a rezar los "matines y laudes".



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