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viernes, 20 de febrero de 2015

FW: Rv: EL PLACER SIBARITA DEL PAN




 Veamos la
 influencia del pan en nuestro
 lenguaje. 
SALUDOS "PANADEROS". 
 Hola   TODO  FUIMOS ALGUN DIA POR EL PAN ¡DELICIOSO, CALIENTITO Y DE
 MULTIPLES FORMAS, PRESENTACIONES Y NOMBRES! 
  ¡VIVA EL PAN!   Y  NADA MÁS DE VER SE
 ANTOJA.    
   SALUDOS
 CULTURALES  LAS
 PANADERÍASLas panaderías del
 Centro Histórico   son una gran tradición de la
 cultura popular urbana.  Aquí los bizcochos son los
 más
sabrosos, hermosos, aromáticos,
  espectacularmente
 cachondos. Y forman parte de la picardía chilanga  
   ¡Adiós
 bizcochito!
   ¡Presta el
 bizcocho!
  
   El bizcocho en la mujer califica su
 sensualidad delineada por las curvas. Pero, ¿por qué se
 asocia el bizcocho con la sensualidad de la mujer? Pues
 porque son una delicia, un placer.
 
   Antiguamente, ir a comprar el pan
 al caer la noche era el pretexto perfecto para las citas
amorosas: ¿Güerita a qué hora sales al pan? Y todo era
 cosa de que le dijeran al galán "a las ocho", porque ya
 estaba  especulando qué bizcocho comerse: una
 "concha", un "beso", una "novia", una
 "chilindrina", "una oreja" "un
 pambazo" "una hojaldra" aunque podría correr
 el riesgo de que le dieran puro "birote".
  
   Todo esto
 comienza cuando Hernán Cortés llega a Tenochtitlan y
 viene entre sus soldados un tal Juan Garduño, negro
 liberto, el
 cual encuentra entre las cosas que cargaban unos granos de
 trigo.
  
   Cortés le ordena al legendario
 Juan el Panadero que los siembre y que muela los granos de
 las espigas y haga pan.
 
  Los conquistadores españoles
 andaban ñangos, con una dieta de maíz, y añoraban su
 dieta europea a base de trigo. Y qué mejor que el pan.
 Cortés siempre fue gandallita, acaparó la producción del
 trigo, la venta, y comercialización del pan durante unos
 siete años, hasta que en su juicio de residencia le
 hicieron que soltara el monopolio. Fue cuando surgieron los
 primeros vendedores de pan:  los panaderos.
  
   Y aquí
 viene la confusión: la gente llama panaderos a los que
 hacen el pan pero no, y lo dice con molestia el gran
 Williams, maestro de la panadería La Vasconia:  los
 que hacen el pan se llaman
    tahoneros. Panaderos son los que venden el pan. ¡Zas!
  
  Hacia
 1870 surge la primer panadería en el Centro Histórico
 como la conocemos actualmente, La Vasconia. Se
  encuentra en la esquina de Tacuba y Palma Norte.
 Como observarán, la panadería va ligada a los
 migrantes españoles, quienes como en los baños públicos,
 los hoteles, las tiendas de abarrotes y las vinaterías,
 hicieron de estos negocios su modo de vida, y en muchas
 familias han formado una tradición por generaciones.  
   Tradición
 que se une a la picaresca de nuestra cultura popular urbana,
 esto se refleja en los nombres de los bizcochos: ojos de
 pancha, piedras, lechuzas, palomas, bigotes, calzones,
 campechanas, rejas, marías, huesos, pellizcos, nombres que
 han dado motivo para hacer chistes.  
 Se cuenta que una mujer
 con prisa  llega a la panadería, por decir La Pilarica
 o la del Camino o el Molino o la Palma o la Ideal, y ahí el
 típico Venancio atiende el mostrador (han de saber
 que la
 panadería hasta mediados del siglo XX se modernizó con
 eso del  autoservicio, charolas, tenazas y a escoger el
 pan,  pero hubo una época en que la gente se paraba en
 el mostrador e iba pidiendo el pan).
 
  "Don
 Venancio, me da por favor una concha, una campechana y unos
 calzones". Pero la mujer al ver que salían los besos
 del horno, cambia de opinión y dice, "Don Venancio, me
 quita los calzones y me da un beso..."
 ¡Chispas!
   Y no se asombre pues los nombres y
 formas de los bizcochos hacen una lista de más de mil:
 genio de la inventiva del arte de la harina y el huevo.
 No por nada,
 a pesar de la modernización y
 globalización, las panaderías existen y de manera
 espectacular.
 Basta ver las fachadas de algunas panaderías del
 Centro Histórico, como la de El Molino, y entonces se
 quedará con el ojo cuadrado.
  
   Las panaderías arrojan tanta luz
 desde sus escaparates que son un oasis en la vida nocturna
 de la ciudad. Y  las calles cobran vida ante la
 cantidad de clientes que van por su pan para la cena, y no
 sólo los habitantes sino también los  extranjeros, a
 quienes llama mucho la atención estos panes tan
sabrosos.
 
   O díganme a quién no se le antoja
 una concha para rellenarla con la nata de la leche, u
 hojaldra con cajeta, o una simple  corbata sopeada en
 un vaso con leche, o una reja en una taza de chocolate, o
 una dona de chocolate; eso sí, pocos valientes aceptan que
 les gustan "los cuernos", se hacen de la boca
 chiquita… Ir a la
 panadería en el Centro Histórico es una tradición y un
 placer de sibarita, además
 de un ejercicio de la picardía, así es que a un bizcocho
 nunca se le
  niega una mordida, digo
 qué tanto es tantitito.   Escrito por Armando Ramírez      
 

jueves, 19 de febrero de 2015

FW: Debate sobre el valor de la disculpa.





Debate sobre el valor de la disculpa.

Se atribuye a:

 Francisco de Quevedo y al rey Felipe IV un debate sobre el valor de la disculpa.

El monarca sostenía que cualquier ofensa queda lavada por una disculpa. El escritor alegaba que una disculpa deshonesta, cínica o mal planteada puede resultar peor que el hecho por el que se pide perdón.

El rey retó a Quevedo, quien entonces fungía como su secretario, a ofenderlo y encontrar una disculpa que resultase peor que el propio agravio.

Apenas dio la vuelta, el poeta le puso las manos en las nalgas. No bien repuesto de la sorpresa, Felipe IV escuchó las siguientes palabras:

–Perdón, señor, pensé que era la reina.