Veamos la
influencia del pan en nuestro
lenguaje.
SALUDOS "PANADEROS".
Hola TODO FUIMOS ALGUN DIA POR EL PAN ¡DELICIOSO, CALIENTITO Y DE
MULTIPLES FORMAS, PRESENTACIONES Y NOMBRES!
¡VIVA EL PAN! Y NADA MÁS DE VER SE
ANTOJA.
SALUDOS
CULTURALES LAS
PANADERÍASLas panaderías del
Centro Histórico son una gran tradición de la
cultura popular urbana. Aquí los bizcochos son los
más
sabrosos, hermosos, aromáticos,
espectacularmente
cachondos. Y forman parte de la picardía chilanga
¡Adiós
bizcochito!
¡Presta el
bizcocho!
El bizcocho en la mujer califica su
sensualidad delineada por las curvas. Pero, ¿por qué se
asocia el bizcocho con la sensualidad de la mujer? Pues
porque son una delicia, un placer.
Antiguamente, ir a comprar el pan
al caer la noche era el pretexto perfecto para las citas
amorosas: ¿Güerita a qué hora sales al pan? Y todo era
cosa de que le dijeran al galán "a las ocho", porque ya
estaba especulando qué bizcocho comerse: una
"concha", un "beso", una "novia", una
"chilindrina", "una oreja" "un
pambazo" "una hojaldra" aunque podría correr
el riesgo de que le dieran puro "birote".
Todo esto
comienza cuando Hernán Cortés llega a Tenochtitlan y
viene entre sus soldados un tal Juan Garduño, negro
liberto, el
cual encuentra entre las cosas que cargaban unos granos de
trigo.
Cortés le ordena al legendario
Juan el Panadero que los siembre y que muela los granos de
las espigas y haga pan.
Los conquistadores españoles
andaban ñangos, con una dieta de maíz, y añoraban su
dieta europea a base de trigo. Y qué mejor que el pan.
Cortés siempre fue gandallita, acaparó la producción del
trigo, la venta, y comercialización del pan durante unos
siete años, hasta que en su juicio de residencia le
hicieron que soltara el monopolio. Fue cuando surgieron los
primeros vendedores de pan: los panaderos.
Y aquí
viene la confusión: la gente llama panaderos a los que
hacen el pan pero no, y lo dice con molestia el gran
Williams, maestro de la panadería La Vasconia: los
que hacen el pan se llaman
tahoneros. Panaderos son los que venden el pan. ¡Zas!
Hacia
1870 surge la primer panadería en el Centro Histórico
como la conocemos actualmente, La Vasconia. Se
encuentra en la esquina de Tacuba y Palma Norte.
Como observarán, la panadería va ligada a los
migrantes españoles, quienes como en los baños públicos,
los hoteles, las tiendas de abarrotes y las vinaterías,
hicieron de estos negocios su modo de vida, y en muchas
familias han formado una tradición por generaciones.
Tradición
que se une a la picaresca de nuestra cultura popular urbana,
esto se refleja en los nombres de los bizcochos: ojos de
pancha, piedras, lechuzas, palomas, bigotes, calzones,
campechanas, rejas, marías, huesos, pellizcos, nombres que
han dado motivo para hacer chistes.
Se cuenta que una mujer
con prisa llega a la panadería, por decir La Pilarica
o la del Camino o el Molino o la Palma o la Ideal, y ahí el
típico Venancio atiende el mostrador (han de saber
que la
panadería hasta mediados del siglo XX se modernizó con
eso del autoservicio, charolas, tenazas y a escoger el
pan, pero hubo una época en que la gente se paraba en
el mostrador e iba pidiendo el pan).
"Don
Venancio, me da por favor una concha, una campechana y unos
calzones". Pero la mujer al ver que salían los besos
del horno, cambia de opinión y dice, "Don Venancio, me
quita los calzones y me da un beso..."
¡Chispas!
Y no se asombre pues los nombres y
formas de los bizcochos hacen una lista de más de mil:
genio de la inventiva del arte de la harina y el huevo.
No por nada,
a pesar de la modernización y
globalización, las panaderías existen y de manera
espectacular.
Basta ver las fachadas de algunas panaderías del
Centro Histórico, como la de El Molino, y entonces se
quedará con el ojo cuadrado.
Las panaderías arrojan tanta luz
desde sus escaparates que son un oasis en la vida nocturna
de la ciudad. Y las calles cobran vida ante la
cantidad de clientes que van por su pan para la cena, y no
sólo los habitantes sino también los extranjeros, a
quienes llama mucho la atención estos panes tan
sabrosos.
O díganme a quién no se le antoja
una concha para rellenarla con la nata de la leche, u
hojaldra con cajeta, o una simple corbata sopeada en
un vaso con leche, o una reja en una taza de chocolate, o
una dona de chocolate; eso sí, pocos valientes aceptan que
les gustan "los cuernos", se hacen de la boca
chiquita… Ir a la
panadería en el Centro Histórico es una tradición y un
placer de sibarita, además
de un ejercicio de la picardía, así es que a un bizcocho
nunca se le
niega una mordida, digo
qué tanto es tantitito. Escrito por Armando Ramírez